Δευτέρα 30 Ιανουαρίου 2017

AL ALBA

Hoy me he despertado con una canción en la cabeza, Al Alba, de Aute, y sería precisamente a esa hora, qué cosas. Recuerdo que al principio me pareció una canción de amor pasional, pero cuando la relacioné con mi abuelo Ricardo adquirió un sentir aún más profundo en mí. Ese alba se convirtió en el último que vio mi abuelo, pues a esa hora le sesgaron la vida de un disparo, o dos, quién sabe. Bueno, a él y a mi abuela, que se le paró la vida de dentro en ese instante. Su vida, su cielo, su amor, porque nunca dejó de amarlo. Él tenía apenas 40, en lo mejor de la vida y cuatro hijos, que en breve fueron tres, porque a mi abuela las desgracias no la dejaban quieta. Ricardo, también se llamaba el mayor de los cuatro, con sólo diez años, se fue a jugar a la guerra y una granada le explotó en la mano. Y por allí se le fue la vida en un hilo de sangre en el regazo de mi abuela, que no pudo hacer nada para salvarlo. Ahora entiendo por qué le pusieron de nombre Socorro. Todo el mundo así le iba pidiendo auxilio, a ella que tanto lo necesitaba. 
Fue longeva, 97, parece incluso una fecha. Así me pudo contar tantas cosas, yo que era tan preguntona, pero ella tan buena en el relato, y con tan buena memoria que recordaba las palabras así como fueron dichas, y yo claramente veía las escenas. Mi abuela, que sufría según envejecía porque pensaba que cuando la viera mi abuelo no la reconocería y le diría qué vieja. Ella no dejó de pensar que así sería. Ella, la de la piel tan blanca - como su apellido, Socorro Blanco se llamaba- y suave como la de una niña, casi se transparentaba, como sus ojos azules y una melena que tuvo que ser rubia y rizada. Ay, mi abuela que hasta me contó cómo fue su primera vez con mi abuelo.
Era muy lista y así aprendió a leer y a escribir sola, en la casa de un secretario, donde servía. Yo siempre la recuerdo con algún libro en la mano leyendo o haciendo ganchillo. 
Siempre me decían todos que mi abuelo era muy alegre y gustaba de bromas. Mi padre conservó su alegría, aunque también un día se le torció la vida, se le paró el corazón, y en ese momento el de la otra persona que tanto también le quería, y así la historia se repetía.
El recuerdo de ambos, porque al primero lo reconocía también en mi padre, me hace verlos como los “tíos saluda”, siempre con una palabra alegre con quien se cruzaban. Yo creo que también me parezco a ellos y me gusta saludar efusivamente, y prefiero ser alegre a amargada, aunque se empeñe la vida en llevarme la contraria. Y claro que me enfado y me indigno y despotrico, faltaría más, ante la barbarie, el espanto y la mediocridad reinante, pero la risa, como he leído hace un rato por aquí “realiza el milagro de suspender el espacio y el tiempo, aunque sea momentáneamente. Y en la suspensión, desaparecen dolores, tribulaciones y limitaciones humanas. Es el regalo del intelecto que nos permite sobrevivir a la tragedia, al sinsentido de la vida humana”. Yo por eso, ante las nimiedades, ni me enfado, y si me enfado, se me pasa igual de veloz, que al rato ni me acuerdo, debe de ser porque que soy caballo de fuego, por lo del año chino que ahora empieza me he acordado, siempre hacia delante y al galope. Ay, a ver quién me para. https://youtu.be/ozem_v65n9k



1 σχόλιο:

  1. Gracias por confiar en nosotros tus recuerdos emocionantes ,tu abuela era una verdadera luchadora y su vida dio sentido al sinsentido de la vida Humana .Si vivir es adaptarse,nuestras acciones determinadas o no son las que delimitan nuestro camino en este universo.

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