“Vino
enséñame el arte de ver
mi
propia historia como si ésta
ya
fuera ceniza en la memoria”
J.L.Borges
Desde entonces nada sería igual…
Era una noche estrellada de otoño, una noche de fiesta y
todo resplandecía dentro de la gran sala
de la Asociacion Americana. El concierto de guitarra acababa de terminar
y el público compuesto de músicos y de aficionados tomaban sus bebidas y charlaban jubilosamente
sobre el espectáculo. Ella sola, sentada en un rincón, celebraba secretamente el día de su santo,
aunque su presencia allí tenía otro objetivo. Miraba fijamente la entrada de
la sala como si esperara la llegada de alguien. Y de repente él, hermoso,
vestido de negro, entró saludando a unos conocidos. El corazón de ella bailaba
como loco y pensaba que, con el júbilo que había allí, le extrañaría que la divisara. Así que se levantó y se dirigió
hacia la mesa donde se ofrecían los vasos de vino tinto. Necesitaba beber algo
para vencer su timidez y lo embarazoso de la situación. Ni siquiera se dio
cuenta de que él la había visto y, clavando su mirada en ella en el momento
oportuno, se acercó decisivamente a la mesa en el centro de la sala para
saludarla. Era un instante único, eterno, el encuentro de dos almas gemelas. Se apretaron las manos
cortésmente y él le ofreció un vaso. Su voz embriagadora como vino enamorado
acariciaba su pelo y ella, feliz a su lado, estaba envuelta en su aurora, en su
misterio. Y como en las historias de hadas la sala se tranformó en la antesala
de un paraíso. El vino era el gran protagonista aquella noche, avivó sus
sentidos e invadió deliciosamente el paladar, dejándolos descubrir un mundo
interior,mágico,la verdadera libertad. Sus ojos brillantes cantaban el amor y
la alegría. El le hablaba de su próximo viaje a Nueva York, de las cosas que
quería hacer y ella tragaba cada una de sus palabras que por fin daban aliento
a su propia vida, intentando descifrar el verdadero sentido de
aquella conversación.
¡Qué suerte tuvo aquella noche!¡Qué regalo divino
encontrarle allí inesperadamente! La sala era como si fuera el mundo entero y
el tiempo como si no existiera. Tanta era su felicidad que en sus palabras
palpitaba su emoción.
¡Qué distinta es la espera del amor que aguarda
impacientemente el momento de un posible encuentro y finalmente como si fuera un milagro, a vino veritas, este
inicio de la vida, este principio anhelado, el despertar inquieto del amor toma
cuerpo.
Desde entonces nada sería igual….sin él.
Atenas 7 -1-2016
Stella
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