Desde aquí, desde mi ventana, no puedo ver el mar, veo
solo nubes y un cerro rocoso sin flores. El mar está al otro lado, detrás de la
colina que protege la parte trasera de nuestra nueva casa.Un viento sopla con
fuerza casi todo el año y en su eco escucho la historia de mi vida que no es
otra que la historia de mi lobo de mar.
¡Cuántos años hace de nuestro primer encuentro! Todavía
puedo revivir aquellos primeros días, éramos jóvenes, llenos de proyectos y
ambiciones, dos ángeles rebeldes, tú más que yo. Me gustaban tanto tus ojos
color de miel, tus brazos fuertes, tu espalda musculosa y recta como debe ser
la de un jugador de polo acuático, pero sobre todo me gustaban tus manos, tus
dedos firmes, las manos de cirujano, las manos de un mago. Salíamos al campo. Contigo
descubrí tu ciudad natal con la larga carretera de las palmeras a la orilla del
hermoso mar de Kalamata. Me acuerdo de tu pueblo en la montaña con la vista
panorámica de todo el valle, un paisaje de color indefinible dependiente de la
luz o la niebla. Tú eras el rey en esta tierra de aromas de naranjo y de olivo.
Amabas tantas cosas, principalmente los caballos, estos atletas orgullosos y
valientes como tú. Y yo contemplaba la vida a través de tu mirada y me
entusiasmaba mientras paseábamos por todas partes , cogidos de la mano como dos
enamorados. Contigo descubrí el amor y el mundo y aprendí a vivir la historia
de nuestra historia.
Inglaterra, después América, tantos años en el extranjero que han dejado sus huellas en
nuestras vidas, en la mía mis estudios de filosofía y mis dos hijos , en la
tuya el éxito profesional y el reconocimiento entre tus colegas. Al volver todo
cambió paulatinamente. Fueron días estériles, ajenos para mí, me sentía vacía
y tú siempre luchando por el pan nuestro de cada día, empezaste a ignorarme preocupado
por tus quehaceres. El mar sereno de mi vida se convirtió poco a poco en un mar sin transparencias ni
colores, un mar triste y tú, el capitán de mi familia tomabas todas las
decisiones sin contar con mi opinión. ¿Te acuerdas de tu
afición por los vuelos , una afición tan peligrosa que me la habías escondido
adrede, y después, la construcción de la nueva casa por la cual has gastado
todos tus ahorros? No, no me quejo del rumbo de las cosas. Cuarenta años bajo
tu mando he aprendido a soportar las tempestades y los arrebatos ocasionales de
tu furia, a perdonarte y a convivir bajo el mismo techo. No puedo negar ni tu bondad , ni tu generosidad, ni tu devoción a mí y a tus pacientes igualmente. Has sido
un ejemplo de médico y por eso solo mereces todo respeto.
No sé si entenderás este escrito,si entenderás mi
intención de comunicarte mi turbación y mi profunda tristeza.Te suplico que
escuches mis palabras que traducen con dificultad la añoranza por nuestro mar
que te lo dejo en prenda.
Stella Panagopoulou Kirkou
Atenas 30 de noviembre 2015
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