Τετάρτη 9 Δεκεμβρίου 2015

A MI LOBO DE MAR


Desde aquí, desde mi ventana, no puedo ver el mar, veo solo nubes y un cerro rocoso sin flores. El mar está al otro lado, detrás de la colina que protege la parte trasera de nuestra nueva casa.Un viento sopla con fuerza casi todo el año y en su eco escucho la historia de mi vida que no es otra que la historia de mi lobo de mar.
¡Cuántos años hace de nuestro primer encuentro! Todavía puedo revivir aquellos primeros días, éramos jóvenes, llenos de proyectos y ambiciones, dos ángeles rebeldes, tú más que yo. Me gustaban tanto tus ojos color de miel, tus brazos fuertes, tu espalda musculosa y recta como debe ser la de un jugador de polo acuático, pero sobre todo me gustaban tus manos, tus dedos firmes, las manos de cirujano, las manos de un mago. Salíamos al campo. Contigo descubrí tu ciudad natal con la larga carretera de las palmeras a la orilla del hermoso mar de Kalamata. Me acuerdo de tu pueblo en la montaña con la vista panorámica de todo el valle, un paisaje de color indefinible dependiente de la luz o la niebla. Tú eras el rey en esta tierra de aromas de naranjo y de olivo. Amabas tantas cosas, principalmente los caballos, estos atletas orgullosos y valientes como tú. Y yo contemplaba la vida a través de tu mirada y me entusiasmaba mientras paseábamos por todas partes , cogidos de la mano como dos enamorados. Contigo descubrí el amor y el mundo y aprendí a vivir la historia de nuestra historia.
Inglaterra, después América, tantos años en el  extranjero que han dejado sus huellas en nuestras vidas, en la mía mis estudios de filosofía y mis dos hijos , en la tuya el éxito profesional y el reconocimiento entre tus colegas. Al volver todo cambió paulatinamente. Fueron días estériles, ajenos para mí, me sentía vacía y tú siempre luchando por el pan nuestro de cada día, empezaste a ignorarme preocupado por tus quehaceres. El mar sereno de mi vida se convirtió  poco a poco en un mar sin transparencias ni colores, un mar triste y tú, el capitán de mi familia tomabas todas las decisiones sin contar con mi opinión. ¿Te acuerdas de tu afición por los vuelos , una afición tan peligrosa que me la habías escondido adrede, y después, la construcción de la nueva casa por la cual has gastado todos tus ahorros? No, no me quejo del rumbo de las cosas. Cuarenta años bajo tu mando he aprendido a soportar las tempestades y los arrebatos ocasionales de tu furia, a perdonarte y a convivir bajo el mismo techo. No puedo negar ni  tu bondad , ni  tu generosidad, ni tu devoción  a mí y a tus pacientes igualmente. Has sido un ejemplo de médico y por eso solo mereces todo respeto.
No sé si entenderás este escrito,si entenderás mi intención de comunicarte mi turbación y mi profunda tristeza.Te suplico que escuches mis palabras que traducen con dificultad la añoranza por nuestro mar que te lo dejo en prenda.
Stella Panagopoulou Kirkou 

Atenas 30 de noviembre 2015

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