Estoy
sentada en mi sillón de terciopelo en el salón y, como mi nieto en su cuarto
está ocupado con la preparación de sus deberes escolares, de repente me entran
ganas de hacer algo que no me acuerdo desde hace cuánto tiempo no le he hecho, mirar las fotos en el álbum de nuestra familia
donde desfilan todos los míos. Ay qué
tiempos tan lejanos... Esto, aparte de llenar mi tiempo vacío, me trae tantos
recuerdos y a la vez hace que me rebase una ola de sentimientos de todo tipo de
matices: alegría o tristeza, nostalgia o emoción, melancolía o buen humor. Me detengo en una especialmente, la cojo entre
mis manos temblorosas y la miro detenidamente, perdida en los tiempos de mi
infancia mientras estoy viajando hacia atrás: los abuelos se ven muy jóvenes y
sus dos hijos, tendidos mano a mano, mi mamá y su hermano parecen tan
emotivamente inocentes.
Alta, rubia, siempre bien vestida y mejor
peinada, en una palabra, elegantísima, mi abuela en mis ojos luce como si fuera
una reina, un hada. Aunque no lleva en
sus hombros finísimas alas transparentes, cada vez que yo me hago alguna herida
en las rodillas después de una caída (mientras aleteamos, jugando nosotros, sus
cuatro nietos), ella, en un abrir y cerrar los ojos, se halla a mi lado, se
inclina sobre mí, me abraza y me besa, me seca las lágrimas con su perfumando
pañuelo y me alivia con su voz tierna. Nunca se lo he dicho a nadie, pero creo
que –aunque su conducta es igual de cariñosa hacia cualquiera de sus “chiquititos”,
como nos llama – la abuela me quiere más a mí. A lo mejor porque me llamo como
ella o puede ser porque soy la menor.
Tiene unos ojos azules muy vivos y
siempre la vemos risueña. No pierde nunca su sangre fría y su serenidad aun
cuando el ruido que hacemos, sobre todo los chicos, se hace insoportable.
Entonces busca, y lo consigue siempre, una manera para tranquilizarnos. Unas
veces nos convoca para contarnos algunas de sus increíbles historias, llenas de
dragones, enanos, caballeros y princesas. La escuchamos como si estuviéramos
hechizados y la suplicamos que continúe la historia, dale que dale. Sabemos que
todo esto no es verdad, pero la abuela es tan persuasiva que lo más fácil es que
nos dejemos llevar por la fantasía creyendo que nosotros mismos estamos
entendiendo lo que sucede, por extraordinario que sea. Otras veces nos propone
que juguemos todos juntos, ella incluida, por supuesto en el papel del jurado,
un juego en el que los jugadores repartidos en dos grupos compiten en el ámbito
del conocimiento. Al final la abuela “otorga” el premio al grupo ganador, frecuentemente
unos pasteles, que los repartimos entre todos.
La abuela también es muy generosa.
Nunca olvida nuestros cumpleaños o nuestros santos, y siempre visita nuestra
casa o la de mis tíos cargada de regalos: dulces, flores y juegos no sólo para
el que tiene su celebración sino para todos los primos.
Durante
las vacaciones veraneamos todos juntos en el chalet familiar en la playa. A
todos nos gusta el mar y la abuela, como es muy buena nadadora, siempre está a
nuestro lado para poder prevenir y evitar algo desagradable, así que nuestros
padres pueden aprovechar un descanso sin problemas después de tantos, de infinitos meses de trabajo. Pero lo mejor
son las fiestas navideñas. Nos reunimos en la casa de abuela toda la famila y
allí, efectivamente, reina la felicidad absoluta. ¡Qué luces, qué colores, qué
olores, qué comida, qué dulces, qué música, qué bailes y, sobre todo, qué
regalos. ¡Todos felices!
Quiero
mucho a mi abuela y cuando me abraza y me besa siento que no podría amar a
nadie más. La adoro.
“Abuelita,
he terminado”, se oye la voz de mi nieto desde su cuarto satisfecha e impaciente.
“¿Puedo jugar ahora?” . La foto
amarillenta cae de mis manos al suelo y, de repente, vuelta a la realidad. ¡Qué lástima que mi abuela falleciera unos
pocos años antes de que yo naciera! ¡Qué lástima que no la conociera y que sólo
puedo imaginarla! En cualquier caso, estoy pensando, la vida sigue, lo prueba la vocecita de mi
nieto, así que me apresuro a responderle: “Claro, claro, cariño”.
Angelikí Patera
30-11-2015
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